La perfecta consagración a Jesús por María
Toda vez que nuestra perfección consiste en estar conformes, unidos y consagrados a Jesucristo, la más perfecta de todas las devociones es sin duda alguna la que nos conforma, une y consagra más perfectamente a este acabado Modelo de toda santidad; y pues que María es entre todas las criaturas la más conforme a Jesucristo, es consiguiente que entre todas las devociones, la que consagra y conforma más un alma a Nuestro Señor, es la devoción a la Santísima Virgen, su Santa Madre, y cuanto más se consagre un alma a María, más se unirá con Jesucristo, y, he aquí por qué la perfecta consagración a Jesucristo no es otra cosa que una perfecta y entera consagración de sí mismo a la Santísima Virgen.
Consiste, pues, esta devoción en entregarse enteramente a la Santísima Virgen para ser todo de Jesucristo por medio de María. Es necesario entregarle: nuestro cuerpo con todos sus sentidos y sus miembros; nuestra alma con todas sus potencias; nuestros bienes exteriores presentes y futuros; nuestros bienes interiores y espirituales, o sea, nuestros méritos, nuestras virtudes y nuestras buenas obras pasadas, presentes y futuras; en una palabra: todo lo que tenemos en el orden de la naturaleza, de la gracia y de la gloria, y esto sin reserva alguna, ni de un céntimo ni de un cabello, ni de la menor buena obra, y además por toda la eternidad, y sin pretender ni esperar ninguna otra recompensa de nuestra ofrenda y de nuestros servicios, que la honra de pertenecer a Jesucristo por María y en María, aun cuando esta amable Señora no fuere, como lo es siempre, la más liberal y reconocida de todas las criaturas. [...] Y se lo entregamos a la Santísima Virgen para que nos lo conserve, aumente y embellezca, le damos nuestras satisfacciones para que las comunique para que sea de mayor agrado y gloria de Dios.
Todo justo se consagrará a la Santísima Virgen y a Jesucristo: a la Santísima Virgen, como el medio más perfecto que Jesucristo ha escogido para unirse a nosotros y unirnos con Él; y a Nuestro Señor, como a nuestro último fin, al que debemos todo lo que somos, como a nuestro Redentor y nuestro Dios.
(Por San Luis María Grignion de Montfort)
Publicado: 2016-12-07 | Modificado: 2016-12-07T23:30:02-7:00.