Virgen de Guadalupe

Novena al Angel de la Guarda – OCTAVO DÍA

Sección: San Miguel Arcangel

Novena al Angel de la Guarda – OCTAVO DÍA

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OCTAVO DÍA

Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro, En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.

Señor mio, Jesucristo,
Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío,
por ser Vos quién sois y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberte ofendido;
propongo firmemente nunca más pecar,
apartarme de todas las ocaciones de ofenderte,
confesarme y, cumplir la penitencia que me fuera impuesta.

Ofrezco, Señor, mi vida, obras y trabajos,
en satisfacción de todos mis pecados, y, así como lo suplico, así confío en tu bondad y misericordia infinita,
que nos perdonaras, por los méritos de tu preciosísima sangre, pasión y muerte, y me daras gracia para enmendarme, y perseverar en tu santo amor y servicio,
hasta el fin de mi vida.
Amén.

A ti, santo Ángel de mi Guarda, acudo hoy en busca de especial favor. Habiéndote puesto Dios por custodio y protector mío, nadie como tu conoce la miseria y las necesidades de mi alma y los afectos de mi corazón. Tu sabes el deseo que tengo de salvarme, de amar a Dios y de santificarme; mas, ¡ay!, también sabes mi inconstancia y lo mucho que he ofendido a Dios con mis faltas y pecados. Tu, que eres para mí el guía más seguro, el amigo más fiel, el maestro más sabio, el defensor más poderoso y el corazón más amante y compasivo, alcanzame de Dios la gracia suprema de amarle y servirle fielmente en esta vida y poseerle eternamente en la gloria.

Y ahora te ofrezco humildemente los pequeños obsequios de esta Novena, para que también me alcances las gracias especiales que en ella te pido, si no son contrarias a la gloria de Dios y al bien de mi alma. Así sea.

¡Oh invencible Protector!, asistidme a fin de corresponder dignamente a vuestro amor y a vuestros beneficios, y para trabajar con todas las fuerzas en promover vuestro culto y vuestra devoción.

Igualmente os pido que, por intercesión de Maria, me alcancéis de Dios un celo fervoroso para la práctica del bien y una fervorosa devoción angélica, que sean mi propia santificación y la del prójimo.

ORACIONES FINALES

Oración a la Santísima Trinidad.
Para obtener de Dios las gracias que esperamos, ¡oh buen Ángel de la Guarda!, en unión tuya y de todos los otros Ángeles del cielo, y por mediación de la Virgen Maria, Madre de Dios y Madre nuestra, saludo ahora a la Trinidad Santísima con el Trisagio angélico, diciendo de todo corazón:

Santo. Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos, llenos están los cielos y la tierra de tu gloria. Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo. Rezar al Padre Eterno: Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

Dios te salve María llena eres de gracia el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la ahora de nuestra muerte. Amén

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos, llenos están los cielos y la tierra de tu gloria. Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo. Rezar al Hijo Unigénito: Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos, llenos están los cielos y la tierra de tu gloria. Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo. Rezar al Espíritu Santo: Padrenuestro. Avemaría y Gloria.

Oración de San Juan Berchmans.
Ángel Santo, amado de Dios, que después de haberme tomado, por disposición divina, bajo tu bienaventurada guarda, jamás cesas de defenderme, de iluminarme y de dirigirme: yo te venero como a protector, te amo como a custodio; me someto a tu dirección y me entrego todo a ti, para ser de ti gobernado. te ruego, por lo tanto, y por amor de Jesucristo te suplico, que, cuando sea ingrato para contigo y obstinadamente sordo a tus inspiraciones, no quieras, a pesar de esto, abandonarme; antes al contrario, ponme pronto en el recto camino, si me he desviado de él; enseñame, si soy ignorante; levantame, si he caído; sostenme, si estoy en peligro, y conduceme al cielo para poseer en el una felicidad eterna. Amén.

Publicado: 2016-12-07 | Modificado: 2016-12-07T23:30:02-7:00.

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